
Conoce Nuestro Jamón Serrano
El producto de nuestra tierra imprescindible en nuestras casas. Un producto único conocido por todos los paladares más exigentes. La crianza de nuestros cerdos en el entorno natural de la dehesa, su alimentación a base de bellotas, los requisitos que deben cumplir para ser un producto de primera calidad o su curación. Todos estos procesos son los responsables de que en Ibedul elaboremos un producto inigualable tanto en sabor como en calidad, nuestro jamón serrano.
Crianza
Cuando nos referimos a jamón serrano, estamos hablando de cerdo blanco, la raza que le aporta las características especiales a este producto. La pieza final se obtiene a través de un proceso específico de fabricación, en el que la salazón y el curado son esenciales para su textura y sabor y para diferenciarlos de las piezas ibéricas.
Pero antes, la crianza de nuestra materia prima se ubica en un entorno idílico, como es la dehesa de Los Pedroches. Esta le aporta calidad y Denominación de Origen a nuestros jamones, siendo reconocidos y degustados a nivel internacional.
Requisitos Legales
Nuestros productos, desde su crianza, deben pasar un control de calidad específico, cumpliendo con los parámetros mínimos estipulados. El peso del cerdo, por ejemplo, debe encontrarse entre los 90 y los 110 kilos, pesando sus patas traseras un mínimo de 9,5 o 10 kilos. Del mismo modo, la edad mínima de un cerdo blanco para la elaboración de un buen jamón serrano se establece en 6 meses, de lo contrario, la normativa estipula que no tienen suficiente edad para seguir el proceso de fabricación.
Curación
Uno de los procesos más importantes, singulares y característicos de un jamón serrano es el de su curación. Tras la crianza, esta etapa definirá la calidad y características de la pieza como serrana, determinando del mismo modo su sabor. Para conseguir que un jamón cumpla los requisitos específicos, debe curarse en bodega, controlando siempre la temperatura y humedad de esta y estableciéndose en unos parámetros ideales para su secado y curación. La temperatura debe oscilar entre los 15 y los 25 grados, mientras que la humedad se debe situar entre un 40 y un 60%, creando así un microclima perfecto para un proceso de curación ideal.